Instalación cuyo único material son letras

Thursday, December 21, 2006

Ataúd

Suaves movimientos de destierros que se entrelazan con preguntas que se funden en alucinaciones. Suelo prestar atención a las conversaciones ajenas, y constantemente me encuentro a los mismos aburridos fantasmas en ellas. Fantasmas creados para asustar al ser del ser mismo. El tiempo secuestrado por la institución y separado de la existencia para ser solo un subordinado del capital.

Muchas brujas llamadas historias cuyos únicos hechizos consisten en dramas, a veces dramas desgarradores, a veces espesos, a veces ominosos, a veces indefinibles, a veces simplemente aburridos. El drama y la creación viven una relación sadomasoquista en la que la dialéctica resulta el arma preferida.

La carencia de sentido no es un problema, la consientizacíon de la misma se abre como una puerta para terminar con las puertas, para dejar las fronteras y para continuar el desarrollo de la creatividad del ser, en un campo abierto libre de limitaciones y olvidado de finalidades.

¿Y que es lo que yo busco? El gocé del desfondamiento del discurso, la lógica me parece formulario de burocracia filosófica. La frase: “queridos amigos, no hay amigos”. Y tengo amigos, pasión por el argumento y una muy preciada colección de contradicciones. En recorridos por el habla de los otros aparece el fantasma; la vacuidad, insípidas quejas u observaciones de lo inmediato, lo obvio, lo evidente, lo burdo. La metáfora no existe, solo se pregunta para saber como encontrar alguna calle, la dictadura de la estupidez ha triunfado. Fantasma (la estupidez) transformado en epidemia. Fantasma al servicio del gran capital. La estupidez: el fantasma que ronda el dinero. Y el dinero que los domina a casi todos…

Demasiada problemática política como para no disfrutar de ella, y demasiado patético que la disfrute cuando por ella el sufrimiento es una ola que cubre la mayor parte del mundo. Por que creo que todo termino esta desprovisto de si mismo, y vivo en y para la estética, que a su vez es solo un término. Una mas para mi colección.

Insisto: Recuerdo aquella discusión de años atrás: se debatía si la política tiene cabida en el arte. Ninguna de las dos cosas existe pero son lo más real que existe. Y es que es una barrera entre mis manos y las letras, o los sonidos según sea el caso; cada pequeño que veo en la calle, limpiando el vidrio de un ataúd de lujo e insultado por un fantasma culpable del hambre del niño.

Me estoy pelando conmigo para dejar en mi texto imágenes sociales. Pero es que olvidarlas me parece traicionar. Y vivo en la traición constante. Y también la disfruto aunque la odio. Yo soy el fantasma en el ataúd de lujo, yo soy el niño con hambre, Yo soy el violador que ultraja a esa inocente niña llamada política, Yo soy esa puta que es la política que abusa de su inexperto cliente.

La verdadera traición esta siempre desnuda en la cama con el silencio. Lo somete y hace de el un esclavo que no es. El silencio es la única victima real. Él que sin su presencia no habría música, él que de ser casi la totalidad es tratado como nada. El silencio, el más humillado y ultrajado de los conceptos. Cuando no se es conciente del silencio, en el habla se pierde el contenido, si no hay pausa, no hay tiempo y el habla desaparece para dar paso al aullido. Alaridos todos esclavos del fantasma.

En la metáfora no hay fantasma, en la metáfora esta el espíritu y aunque es imposible salir del espíritu, por tanto de la metáfora, cuando viene el fantasma, este aniquila el silencio. Y probablemente el fantasma no es más que producto del deseo, un deseo falto de espíritu, falto de silencio, falto de metáfora, un deseo de no desear. Una humanidad que se odia a si misma a pesar de que se ame tanto.

Por no dejar de lado la metáfora, por no quedarse sin caminar. Por reconciliarme a diario con el silencio. Por la musicalidad. Por no dejar de ver al niño y quedar deslumbrado con el ataúd. Por ver al niño a los ojos y no temer verse a si mismo. Por no dejar de saber la culpa del fantasma y no asustarse de verlo a veces en uno mismo también. Por la capacidad de callar, para que se valla el fantasma. Por el amor, que de la inexistencia en la que vivimos es la única existencia.

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