Instalación cuyo único material son letras

Friday, June 12, 2009

Individuos

Abrir la cajetilla de cerillos y dejar el tiempo de lado. Utilizar una bascula para pesar veinte minutos. Rediseñar la mascar de nuestro rostro dependiendo del día de la semana. Vamos tratando de subir el tono de las palabras. La intención obviamente es provocar algo en ti que me escuchas, que vayamos trazando un dialogo que a los dos nos resulte interesante. La cuestión es que en este contexto especifico, solo yo estoy poniendo las palabras, sin embargo tú tienes una posición no menos interesante, tu aportas los silencios, y eso es lo que hace que por lo menos exista la posibilidad de un dialogo aquí. Dime qué te hace sentir la idea de la muerte… la idea del sexo… la idea del amor… la idea de la política… la idea del arte… la idea de tu mirada frente al espejo por las noches.

Vayamos a lo profundo, incluso aguantemos la respiración lo más posible, convertir el discurso escrito en un intenso actuar físico. Rompe algo en este momento. ¿Qué importa? ¿Por qué no? Estamos en la posmodernidad, todo es reemplazable ¿o no? Simplemente toma algo que este a tu lado y rómpelo. ¿Te parece si hablamos de Dios? El mar, pensar en el diablo en el mar. Encontrar al homónimo de la persona más significativa de tu vida; familiar, amante, amigo, tú sabrás.

Hay un hombre en una habitación oscura, el silencio es la única decoración del lugar. La mirada de Rafael se fija hipnóticamente en las manecillas de su reloj. Normalmente Rafael piensa en varias cosas a la vez, pero esta ocasión está concentrado es su totalidad. Todo su ser está enfocado en su reloj. El ser se le funde, el reloj se le despedaza, la vida se le escurre entre la mirada, al aliento se le termina, la fuerza que mantenía su cuerpo con vida se esfuma, el corazón se le paraliza, el cerebro se le seca. Comienza el escándalo, un fuerte granizo golpea en el techo de lámina de la habitación en la que tú y yo nos encontramos. En medio del ruido tu me observas, miras a tu alrededor una habitación vacía, un hombre muerto y otro que escribe lo que te sucede.

Acabamos de ver morir a un hombre fuera de contexto. Aun tienes la mirada fija en él… Que entren veinte mujeres desnudas, que observes sus cuerpos detenidamente, que percibas el aroma que ahora te envuelve, que te despojes de la ropa, que permanezcas por lo menos este párrafo en la desnudez. Que veas como los demás observan tu cuerpo, que sientas el aire correr libremente por todos los lugares que generalmente ocultas, que todos podamos gritar con todo lo que nuestros cuerpos nos permitan ¿hace cuanto tiempo que no gritas lo más fuerte posible?

¿Cuantas palabras son necesarias para provocarte algo? ¿Cuántos comienzos hay en una misma vida? ¿Qué es lo que nos convence de dedicarnos a algo? ¿Cuáles son los tiempos ideales de las cosas? ¿Cuántas muertes hay en una misma vida? ¿Cómo te gustan los labios? Y la intimida es lo que debe de marcar la pauta para determinar la importancia de las cosas.

La muerte de un niño que resbala un lunes por la mañana, un anciano que sobrevive a un bombardeo, un poeta multimillonario que tiene 27 jirafas vivas en su sala de lectura. O si prefieres, el niño no resbala, el anciano se muere de un infarto y las jirafas se comen a un poeta naufrago. Una mujer que mira a otra, la besa la huele, la siente, la prueba, la besa, la mira, la escucha, la sufre, la vive, la besa. Hay algún hombre en este preciso momento reflexionando acerca del hecho de que tiene más poder que la mayoría de los habitantes de este planeta. El erotismo entre mujeres y el capitalismo en la posmodernidad cohabitan el mismo mundo en donde tú y yo estamos tan inmersos. A fin de cuentas tú y yo compartimos tantas cosas, somos tan similares y hay tantos millones como nosotros. Individuos. Individuos que se leen.

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