Instalación cuyo único material son letras

Wednesday, April 02, 2008

Semilla en la escalera

Una declaración de redención, una apología, lamentación de mi, congratulación de mi, negación del nosotros, afirmación del yo de cada uno del nosotros, obstrucción del alma resulta la interpretación. Estas letra son semillas ¿acaso eres tu lector, un surco en la tierra?

Resulta soberbia y descontextualizada mi pretensión, no ofrezco disculpas, ambos sabemos que para eso hemos venido, al fin que no estamos aquí, esta reunión no se ha dado. Los dados no determinaron la suerte, pues decidieron marcharse, nadie ha ganado esta apuesta y estas letras que son las fichas, por descalificación son todas tuyas.

Los derechos son reservados para todo el que los quiera, la lamentación amorosa es la única profunda coincidencia estética, quisiéramos ser objetos de reflexión labrados en aluminio, el ebanista nos mira incrédulo ofreciéndonos el sauce como cura del sinsentido. Esta es una narración de situaciones íntimas y familiares, hablemos aquí de tus hermanos y las deudas para con tus ancestros.

El error, el grave error, es que aunque la existencia no existe, el amor existe y al unisonó de la armonía amorosa, somos capaces de darle la espalda, capaces de negarnos a nosotros mismos y librar una guerra, en aras de destruirnos como nuestro peor enemigo. Apuñalarnos y vernos desangrar, para pasados unos minutos, seducirnos a nosotros mismos en una taberna del pueblo en guerra. La guerra del yo.

La escritura que algún día contaba letra por letra, ahora es una exponencial, un charlatán como yo, puede sentarse a pescar y atrapar de su profundidad interna, los caprichos de los peces que no muerden el anzuelo pero bajo el agua ensartan conceptos al mismo. Aquí dejo todas mis pertenencias, el hurto de mis palabras y usted es cómplice de encubrimiento. No conforme con arrebatarte tu tiempo, te injurio de retribuirme al llevarte esto que te entrego. Sin embargo, tú generosamente me has pagado con parte de tu vida, por mis anhelos de coincidir contigo. Que no quede duda de que te estoy profundamente agradecido.

Probablemente el gran pecado, es el dejarse vencer, todos somos asesinos, aquí el inocente paga por su soberbia, la perdida de la posibilidad de no estar, y queda condenado a estar ahí, sujeto a las leyes que no elaboro y defendiendo a aquellos que lo condenan a existir (para ellos). En esta avenida hipertransitada donde todos, absolutamente todos, somos putas a la espera de nosotras mismas disfrazadas de otras, de otros, de todos, de nadie.

Ella baja lentamente por las escaleras, el trata de descifrar cada escalón, la cornisa enmarca un encuentro en el que ella al pasar junto a él, detiene el tiempo, voltea la mirada, se centra en sus ojos y lo besa como si el barandal no existirá, como si ella no subiese y el bajara. Ayer domingo hicieron el amor, aunque no se conocieron hasta hoy lunes. Ellos nunca han compartido el mismo espacio, ni siquiera conocen sus respectivos países y sin embargo están ahí, a mitad de la escalera, desnudos bañados en luz, flotando y acariciándose tierna y bruscamente con un espiral como lienzo.

Los pasos de un extraño se aproximan. No hay tal sujeto pero los pasos del mismo se quedan perplejos mirando la escena y cuestionan a la pareja:

Qué acaso no te pesan los milenios que tienes sobre la espalda, si no te pesan ¿es que ni siquiera estas consciente de que están ahí sobre ti? Realmente son tan incrédulos para creer que solo ustedes son la historia, por qué no regresamos al punto donde el autor se cuestionaba sobre la congratulación de si, no les parece que esta coincidencia arquitectónica es un buen pretexto para celebrarnos sin olvidar el devenir, del que no podemos desnudarnos. Terminaron los tres por compartir los cuerpos, los abuelos se levantaron y terminaron de teorizar cada uno de los mil millones de escalones que llevaban al departamento de techos altos de la colonia Roma, en la que justo a la entrada alguien sentado frente a su computadora se hacía pasar por mí, que nunca viví en la Roma.

Una percusión, una repercusión, extensión agravante de la condena del atenuante, una mujer trata desesperadamente de huir del libro que la contiene, la mesa del café esta toda cubierta de preguntas desesperadas por postularse para la dirección del comité del texto que termina como es usual…

… de madrugada.